Introducción
El agradecimiento, y la lealtad como muestra de dicho agradecimiento, deben ser componentes básicos en la vida del cristiano. Para nosotros ser mal agradecidos no es una opción (no debería serlo para nadie, pero bueno). Y no lo es, porque si Dios nos ha dado siquiera una pizca de convicción de pecado, sabemos lo lejos que estamos de él, y lo milagroso del hecho de que él nos esté considerando en su reino.
Hay una frase del ex boxeador Mike Tyson que llamó mucho mi atención, de hecho es lo que me inspiró a escribir acerca de este tema. La frase versa de la siguiente manera: “Tu te vas a casa con aquel que te llevo al baile”. Aunque simples en el exterior (como muchas otras), estas palabras traen consigo un mensaje poderoso de agradecimiento y de lealtad.
No basta un gracias
Las palabras se las lleva el viento y solo quedan las acciones. El agradecimiento que Dios busca, va más allá de la manifestación verbal del mismo. Se trata primero de una expresión genuina en el corazón y luego de un diario vivir, que vaya de la mano con los preceptos que él nos ha dejado.
Somos agradecidos con Dios cuando le reconocemos ante el mundo, cuando le damos la gloria que él merece a pesar de las condiciones adversas que pudiéramos estar experimentando.
No podemos hablar de que estamos agradecidos con Dios, si nuestro modo de vida responde al de los hombres, tampoco podemos hacerlo cuando nos mantenemos silentes respecto a cómo hemos llegado al lugar de privilegio en el que estamos.
De donde vienen mis privilegios
Si el Padre te ha permitido prosperar, entendiendo prosperidad como la victoria frente a cualquiera que haya sido tu lucha. ¿No debería ser también él quien se lleve la gloria? Lo que sea que tenemos o tendremos viene del Señor, y mientras más amplificamos al mundo esa verdad, más evidente se hará en nosotros una actitud genuina de agradecimiento.
Además de poner a Dios en el lugar que el corresponde respecto a los privilegios que él nos ha dado, también manifestamos que tan agradecidos estamos con él, cuando los administramos correctamente. Cuando tratamos a los demás con humildad, cuando servimos al cuerpo de cristo, cuando damos a nuestra comunidad, y cuando nos convertimos en instrumento de Dios para llevar a otros a una posición de privilegio, amén de si esa posición es mayor que la nuestra.
Conclusión
Ser agradecidos con la obra de Dios es nuestras vidas, es un imperativo. De hecho la falta de agradecimiento se pudiera constituir en uno de los principales enemigos de nuestro crecimiento en el Señor. Blog