Introducción
Trabajando en mi jardín- Permíteme preguntarte, ¿Cuándo fue la última vez que hiciste u obtuviste algo y lo comparaste con lo de alguien más? Quizás nunca habías pensado en esta pregunta pero lo cierto es que, para bien o para mal, la comparación es una práctica impresa en la mente humana después de la caída.
Nos comparamos con nuestros hermanos, con nuestros compañeros de profesión, y sin duda comparamos con nuestros hermanos en la fe. La comparación en sí misma es una excelente herramienta de medida, el problema inicia cuando la comparación no está hecha desde un corazón justo.
Por que me comparó
La comparación pecaminosa puede venir vestida de múltiples formas pero su esencia es la misma: “degradación” nos comparamos para hacer a otros pequeños frente a nosotros o para hacernos a nosotros pequeños frente a otros.
En cualquiera de los casos se trata de una forma de queja y arrogancia. Por un lado nos creemos mejores que los demás y por otro, nos creemos merecedores de más, esto de la mano con la idea de que, quien reparte las bendiciones se ha equivocado y a mi no me tocaron las que deberían.
Mi jardin
No se si has escuchado la expresión: “Tú a lo tuyo y yo a lo mio” es una expresión que busca comunicar de manera casi que hostil, que cada uno debería enfocarse en lo que le toca. Esa expresión me lleva a preguntarme:
- ¿Cómo sería mi vida si estuviera siempre atento a lo que me toca?
No se con exactitud cuál sería la respuesta completa, pero lo que si se, es que definitivamente sería una vida más llena del señor y por ende, más plena y hasta más feliz. De ahí, que necesitemos estar 100% enfocados en crecer lo que el Padre ha puesto en nuestras manos.
Enfocarme en mi jardín implica obligatoriamente que quite mi mirada del de los demás. Implica que el tiempo que agotaba comparándome, debo dedicarlo a construir y engrandecer lo que tengo en frente. Por último, implica que mi pensamiento en términos integrales debe girar en torno a mi jardín y no al de los demás. Ojo, que lo anterior no está dicho en términos egocéntricos en términos de velar por lo que me toca.
Conclusión
Compararse con los demás solo trae decepción. Cuando sientas la tentación de compararte recuerda no existe nadie tan perfecto que no tenga algo que envidiar y de igual manera no existe alguien tan imperfecto que no tenga nada que pueda ser envidiado. Por eso,mirar hacia Dios y luego para adentro siempre será la decisión más sabia. Leer más artículos